Tuesday, May 18, 2004
LA VIDA SECRETA DE LOS ETCÉTERAS
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Aparecen usualmente al final de las oraciones, pero en realidad están en todos lados-- ya como signo que reemplaza lo por todos conocido, ya como puerta por donde pasa lo infinito o lo inconmensurable. Por mucho tiempo sentí una especie de pesar no muy hondo por los Etcéteras--siempre al final, siempre en-lugar-de, siempre en la cola del mundo sustituyendo lo de menos importancia o alargando innecesariamente una lista de referencias con frecuencia bastante inútiles. Me los imaginaba grises, sin lugar propio, apenas un agregado de última hora, un añadido más. Supuse que más de uno albergaría el denotativo deseo de dejar de ser un Etcétera para convertirse en algo específico y concreto, algo cerrado y con nombre propio. Supuse, en fin, tantas cosas. Mi actitud hacia Los Etcétras y su Extraña (o Turbulenta) Vida Secreta, sin embargo, ha cambiado. Véase si no.
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En la oración: "En X (donde X es un parque conocido) había de todo: niños y ancianos y perros y etc." Reducido a tres letras y a un singluar acaso vergonzoso, ese Etcétera, sin embargo, deja entrar a todo lo que no es ni niños ni ancianos ni perros al tal lugar X. Una tarea, si me lo preguntan ahora, no sólo portentosa sino también fundamental en el proceso de extender lo límites de lo real. Ese Etcétera, habrá que decirlo con todas sus consonantes y vocales, está en lugar del Infinito Mismo.
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El Etcétera, además, a menudo está ahí, en la oración, en lugar de Lo Indecible o en lugar, aun más, del Olvido (y todos sabemos que el Olvido es el otro término con el que se conoce Lo Infinito). Cuando el emisor no puede recordar una larga lista de referencias, el Etcétera Salvador sirve como escudo contra la mala memoria o el Alzheimer temprano.
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Por si esto fuera poco, todos estamos al tanto, supongo, que todos y cada uno de nostotros hemos sido Etcétera más de una vez en la vida, como en la oración: "Y en la fiesta X estaban juanita y lucrecio y ozuna y martha y etcétera". Y todos, también alguna vez, hemos estado en Etcétera: "Visité Paris y Roma y Viena y etc.", donde Etcétera es, por ejemplo, Münich.
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El caso es que, entre ser código no-tan-secreto para designar El Infinito o Lo Inconmensurable y puerta que se abre para que lo Real se expanda, Los Etcéteras no deben pasársela nada mal. Cuentan, además, con la protección del anonimato más radical (nadie anda por las calles tratando de revelar la identidad de un Etcétera, por ejemplo). Así entonces, no sólo ya no siento pesar alguno--ni hondo ni superficial--por Los Etcéteras sino que su elusiva condición de trásfuga gramatical me causa un extraño anhelo. Allá van ellos, esos Etcéteras, libres, con visado para todas las oraciones del mundo y sin identidad fija a la que tengan que responder o a la que tengan que serle fiel. Si eso no es una buena vida ¿Qué lo es?
CRISTINA RIVERA-GARZA