el menor margen para la duda o para cualquier posible alternativa. El refrán no especifica, por ejemplo, si a los que se levantan tarde, Dios va, los busca y los perjudica deliberadamente o si simplemente los ignora y los abandona a su suerte. En este caso, habrá quien prefiera valerse por su propia mano, sin interferencia divina, pero levantarse a una hora más
cómoda, contando con el debido descanso. La confusión se magnifica cuando nos presentan el antídoto: “El que madruga, se encuentra todo cerrado” o el más clásico de: “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Frente a estas máximas, a nadie debe sorprender que, a fin de cuentas, cada quien se levante a la hora que le da la gana o a la hora que
le conviene para llegar a tiempo a sus obligaciones.
Los dichos tienen aspiraciones de convertirse en verdades supremas, incontestables. Para probar que nadie es infalible, suele decirse: “Dios no le da alas a los alacranes”, con lo cual habría creado a un depredador prácticamente invencible. La invocación de Dios resulta necesaria para dejar en claro que en toda la creación no existe ni existirá un ser con tales ventajas sobre los demás. Si la frase se atribuyera a un común mortal, en vez de a Dios, se abriría un margen de duda. En sentido opuesto, pero con el mismo rigor se dice: “Bien sabe el Diablo a quién se le aparece”. Es decir, acepta tu culpabilidad o tu responsabilidad pues el Diablo no está para perder el tiempo con almas dudosas y mucho menos con inocentes.
Los refranes buscan eliminar la confusión y sacar a la luz lo que está ocurriendo, haciéndolo comprensible para todos. Aquí vuelve a recurrirse a la divinidad: “El que no conoce a Dios, a cualquier barbón se le hinca”. Este dicho, muy socorrido en la política, podría tener ritmos sexenales, pues quienes se encuentran en la cima (temporal) del poder, reciben incesantes elogios, muestras inagotables de solidaridad y aprecio, hasta el día que dejan de ejercer la autoridad. Es prácticamente desconocido el personaje de la vida pública que sigue recibiendo reconocimientos cuando ha abandonado su posición política. Esto va cambiando paulatinamente, dando la impresión de que más y más ciudadanos ya no se arrodillan ante el primer barbón que se les cruza en el camino. Como dice otro refrán análogo: “No todos los que chiflan son arrieros”.
La mayoría de los dichos y refranes tienden a ofrecer consejos, compartir la experiencia acumulada o ponerle nombre al infortunio. “Cuando hay para carne, es vigilia” –el tipo está salado, hasta en sus momentos de suerte le va mal. Al dedicarle este dicho, el individuo sabe que, en efecto, está jodido, pero que no es el único ni el primero que arrastre con tan mala fortuna. El corolario sería entonces “mal de muchos, consuelo de pendejos”. Pero consuelo al fin.
Su contrario sería: “Si ves que el niño es risueño y todavía le hacen cosquillas”. Todavía no ha habido consecuencias que lamentar, pero en este caso, el suertudo está abusando de su fortuna. Es una conseja, no para caer en el conformismo, pero sí para que se reconozca la buena estrella que se tiene y abstenerse de abusar de ella. En las cantinas solía frasearse la misma idea diciendo: “Soy bueno para el trago, para las viejas, para los madrazos, para el trabajo y ¿todavía quieren que juegue dominó?”.
Los refranes han sido un útil instrumento de socialización, al que cientos de padres de familia han recurrido para mantener el control en la casa. Alguien más los inventó –seguramente un sabio– es lo que va implícito detrás de ellos. De esta forma, queda sobreentendido que el padre o la madre no están imponiendo o recomendando algo como ejercicio de autoridad, sino porque es una verdad probada y muy antigua. Los problemas comienzan cuando nos damos a la tarea de desmenuzarlos, analizarlos con cuidado o contrastarlos con otros dichos. Es entonces cuando vale más el refrán famoso de que: “El león no es como lo pintan”. Nada como acuñar los dichos propios, sería el dicho mayor.
Enrique Berruga Filloy
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